8 nov 2015

Mochilas, principios y la mar en coche…


Por alguna razón –que seguro tiene algo que ver con lo innato y algo que ver con lo adquirido- soy una de esas personas que todo lo cuestiona.  Es raro, porque en épocas del liceo ODIABA con todo mi ser la Filosofía, ya que no podía entender aquello del “Pienso luego existo de Descartes”, o el concepto de “El ser y la Nada” de Kant.  Y no perdí tiempo tampoco en aprenderlo o entenderlo demasiado, seguí con mi vida.
Sin embargo con el tiempo me doy cuenta que me he convertido en una persona crítica (Gracias a Dios!!! Lo considero una gran virtud) que no puede ir por la vida esperando que las cosas sucedan y ya…Yo me cuestiono el por qué de las cosas, trato de relacionarlas con el entorno que me rodea, con mi historia. Un eterno “autosicoanálisis”.
Freud hablaba del “Ello” (como una manifestación del inconsciente), el “Yo” (como la manifestación de la conciencia) y el “SuperYo” (como el conjunto de normas sociales establecidas que limitan al Ello y condicionan al Yo). Así lo entendí más o menos cuando lo estudié, debe tener su explicación más profunda, no estoy googleando para escribir esta nota, ni pienso hacerlo, simplemente, apelo a mis escasos conocimientos de Filosofía de 5to y un poco de cultura general…
Bueno respecto a Freud creo que quedó en el camino un “CreoYo” que sería quien realmente quiero ser, más allá de lo que me diga mi inconsciente y lo que dicte la sociedad. Un Yo intermedio que evalúe todo, desde lo más alocado del deseo, hasta lo más estricto de la razón.
Una de mis mejores amigas usa una palabra que me encanta para referirse a su forma de ser. Es “principista” (mantiene firmes sus principios). Yo siempre lo llamé a eso “mis valores”, pero me robo su concepto y me autodefino como ella “principista”.
Hay amigos que algunas veces me han dicho que debo dejar los principios un poco de lado, o no ser tan estricta en su aplicación. Por ejemplo, cuando la profesora de 5to de liceo dio todas las preguntas del examen, yo me negué a recibirlas por “principista”. Todos salvaron y yo no, en un claro boicot a esa “farsa”. Perdí diciembre, perdí febrero y salvé en julio, gracias a que la profesora me pasó las preguntas. Dejé los principios de lado, salvé filosofía y hoy soy bachiller. También le animé el cumple al hijo de la profe de Matemáticas A, para que me pusiera un 7 y exoneré. Dejé los principios de lado y tan mal no me fue. Estoy escribiendo una nota que empezó hablando de Descartes, Kant y Freud. ¿O no?
Pero esos principios no me definieron como persona. No soy mejor o peor persona por copiar en un examen. Soy más tonta por no saber, o no haber aprovechado la oportunidad de aprender…eso sí no lo discuto. (Y la verdad no he aplicado en nada en los últimos 18 años las ecuaciones, por lo que ya no me remuerde tanto la consciencia lo de la profe de Matemáticas).
Entonces por ser “principista” (o ahora que saqué los trapitos al sol “semiprincipista” o si fuera título de una película “Principista por conveniencia”) he ido dándole forma y explicación a mi vida, según el concepto que mi “SuperYo” le ha manifestado a mi “Yo”, en su eterna lucha con mi “Ello”.
Ahora…en que quedó mi “CreoYo”? Cuántos de todos esos principios fueron propios o adquiridos. Cuánto elegí yo ser como soy y cuánto la vida, el entorno, quienes me rodean eligieron por mí?
Esa pregunta quizás la responda al final de esta nota, al menos eso es lo que busco. Y si no…seguiré buscándole la respuesta…No se olviden de aquello del principio “soy una persona que todo lo cuestiona”. Quizás al terminar la respuesta es que “no lo tengo que cuestionar”…Veremos…
Entonces surge el tema de “la mochila”. Cuando nacemos la mamá lleva un bolso enorme de cosas que necesita para que estemos bien. Mamaderas, termómetro, causalón/perifar (por si tiene que intercalar), tres mudas de ropa (nunca falta cuando se mea hasta la nuca y después se hace caca y se le pasa el pañal), ropa por si hace calor y por si hace frío, la mantita, el calientamemas, el chupete de la siesta y el de la noche, el nonito, bla bla bla, podría seguir. Vaya responsabilidad carga la madre (bueno el padre también, pero no estamos hablando de egos de nadie más que del mío en esta nota así que a llorar al cuartito).
Entonces el bebé crece y se hace un niñito, y ya anda con su mochilita a cuestas, y la va cargando en el jardín con un vasito y una servilleta. Después ya va a la escuela y comienza a cargarla de libros y cuadernos, útiles, cartucheras bla bla bla, pero cuando llega al liceo es una cuadernola con una bic metida en el rulo y nada más. Y ahí empieza el problema.
La mochila deja de ser mochila de verdad, y aparece la mochila imaginaria.
Llega un momento en la vida en que el mundo que nos rodea comienza a pedir que se realicen todas las expectativas que depositaron en nosotros mismos, y es justamente ahí, al final de la adolescencia. Ese momento justo, en el que te preguntás para qué corno Descartes pensaba si pensaba primero o después de existir, o para qué corno usarías las ecuaciones si estabas haciendo 5to Humanístico…Ahí la abuela comienza a querer ver que la nena se vista prolija como en su época, la tía pregunta si tiene novio, cuándo va a tener novio, por qué no tiene novio, la tía abuela comenta que “estás gordita, pero estás linda”, el abuelo pregunta que vas a estudiar, el vecino comenta que increíble que no te vaya bien en el liceo si ya sumabas dos más dos con tres años…y así se empieza a cargar la mochila imaginaria.
Y queremos tener novio para contestarle a la tía, y nos sentimos culpables del jean rotoso cada vez que vemos a la abuela, y no tenemos ni puta idea qué vamos a estudiar, y probablemente tomemos una decisión de mierda al respecto y nos cueste horrores reconocer que nos equivocamos ante los demás por las malditas “expectativas ajenas” que fuimos cargando en nuestra mochila.
Pero no termina ahí. Elegimos una carrera y nos metimos en una lucha libre contra el tiempo. En Uruguay entrás a Arquitectura y te avisan el primer día que el promedio de la carreara es de 12 años aunque esté armada para hacerse en 6. 12 años! Te asustan, muchos la hacen en 10, (tranquilos compañeros de facu) y la mochila es cada vez más grande.
Y empezás a laburar. Y conozco muy pocas personas que laburan de lo que quieren. Y las personas que dicen que AMAN lo que hacen, son de las personas más estresadas del universo, porque se autoexigen constantemente y se cargan y cargan y cargan la maldita mochila.
Y ya la mochila ya está que explota cuando llega el momento en que te casás y tenés hijos (si tuviste la suertisima de poder mostrarles a todos en la cara y refregarles que Si! Lo lograste! Conseguiste marido/mujer y te vas a casar! Si! Casar! Nada de concubinato (peso extra a mochila ajena) CA SA MIEN TO señores, con fiesta, regalos, vestido blanco y toda la pompa. Entonces tirás para afuera algunas cosas de sobran en la mochila imaginaria. Chau “novio/ParaCuandoElCasamiento”, pero automáticamente aparece el “ParaCuandoElBebe”, seguido del “ParaCuandoElHermanito” y seguido de “ParaCuandoElTercero” y si tenés cuatro te dicen “ParaCuandoCerrásLaFábrica”, si tenés cinco estás loca y si tenés seis olvidate, más que mochila un tráiler necesitás.
Por suerte yo metí dos por una. Metí esposo e hija en el mismo paquete y reconozco que no me siento identificada con varias de las cosas que puse, pero sé que muchos de los que leen sí.
La cosa es que llega el momento en que en la mochila entra el trabajo, las cuentas que pagar, colegio privado/escuela pública, las comparaciones detestables con fulanito y menganita que son Spiderman y la Mujer Maravilla, y querés casa propia, y querés un autito, y querés un viajecito y querés y querés y querés.
Y un buen día te empieza a doler la espalda y decís por qué me cuesta tanto avanzar. Y Claro! La tenés ahí colgadita. No se fue…Ya no la carga tu mamá, con la ropita por si te mandás una cagada. La cagada te la mandás y la cargás vos. Y tenés que seguir. O mejor te estancás?
Entonces vuelve el cuestionamiento a tu vida, o aparece algo muchísimo mejor “el velo”.
“El velo” es el mejor amigo del Status Quo. Vos no tenés ni idea en qué momento se hicieron amigos, pero ellos son carne y uña, culo y calzón. Resulta que en algún momento de tu vida, alguien le dijo al “velo” que si aparecía, el Status Quo se iba a mantener ahí al firme, y así fue. Te vendaste los ojos, te pusiste un velo adelante y seguiste cargando tu mochila cómo pudiste. A veces pagaste con tu cuerpo, a veces pagaste con tu cabecita. A veces con las dos cosas, pero seguiste y mientras el velo y el Status Quo fueron amigos, vos seguiste adelante.
Pero un día llegó un “viento” que te tiro al piso e hizo que tu mochila se esparramara por todas partes. El velo se voló y el Status Quo dijo What? Que es todo este quilombo…? Hasta luego…
Y  te rodeaste de manos queriendo llenar de nuevo tu mochila. Pero cuando empezaste a juntar las partes para tratar de guardarlas dijiste “Qué es esto?”, esto ya no lo quiero más, “Y esto??” Pa’ fuera! Pero no es tan sencillo. Porque hay cosas que se quedaron aferradas adentro, y los dedos desde afuera te indican que guardar y que no. Y el Status Quo decide volver y el velo está ahí que quiere pero no quiere. Entonces empieza otra vez el cuestionamiento. Esto lo guardo? Mmmmm capaz algún día lo necesito. Y esto? Ay no, no me sirve pero como me duele soltarlo. Y esto otro? Bueno, está claro que no lo quiero, pero todos me dicen que lo guarde por las dudas.
Qué haces con tu mochila? La llenás de nuevo o la dejás con lo que realmente necesitás?
Después de mucho mucho mucho cargar, después de muchos vientos y caídas, de peleas y reconciliaciones entre el velo y el status quo, yo elijo no cargar más mochilas.
Hoy elijo que mis principios sean “Semiprincipios”, que mi vida la rija el “CreoYo” y si al tío o la vecina les duele y ese problema se les mete en su mochila, tendrán que esperar su viento y su vuelo del velo para sacarse ese problema (mío) de su mochila.
Hoy me elijo a mí por encima de todos y elijo no ser parte de la mochila de nadie, especialmente de mis hijos.
Dice Calamaro “La vida es una gran sala de espera, la otra es una caja de madera”. Y no señores, la vida es un caleidoscopio de cosas distintas, lindas, feas, tristes, buenas. Todo depende de cómo la enfrentemos, de cómo la vivamos y cuánto queramos cargar durante el recorrido.
Les deseo una vida con mochilas livianas, sin velos y regida por sus propios “CreoYo”.

Y les dejo mi dicho preferido (robado a mi hermano) “Mientras el tímido reflexiona, el valiente va, triunfa y vuelve”