Mi madre me enseñó cuando era chica que de todas las cosas
malas siempre hay un aprendizaje y algo bueno que rescatar. De esa forma viví
gran parte de mi vida justificando todo lo malo que me pasaba y buscándole la
enseñanza.
Mi hermana me decía que antes de juzgar a una persona había
que pensar por qué situación estaría pasando para actuar de esa manera.
Entonces comencé a encontrarle justificación a todos los actos de los demás.
Desde chiquita me decían “defensora de pleitos perdidos” o “ahí
estás, peleando contra los molinos de viento”. Y yo me calentaba. ¿Cómo podía
ser que no se dieran todos cuenta que a los más desprotegidos había que
defenderlos?
Crecí dándome la cabeza contra la pared, convencida que
había que actuar bien sin importar cómo actuaran los demás.
Mi mayor defecto: Por mucho tiempo creí que era “decir las
cosas, defendiendo mis ideales”. Hoy me doy cuenta que mi peor defecto es
querer estar en paz con todo el mundo.
Un día alguien me dijo que no todos me iban a querer. No
importa si soy buena o mala (eso explica por qué hay cada hijo de puta en la
vuelta lleno de alcahuetes alrededor).
Somos reflejos de los defectos de otros, y los defectos de
otros nos reflejan a nosotros.
Con el tiempo aprendí que desilusionarse de las personas no
está mal. Que hay que elegir a quién se quiere y valorar al que te quiere bien.
El que te quiere a medias, el medio amigo, el que te acepta
algunas cosas y otras no…ese no se merece empatía ni justificación. Ese se
merece que lo dejes libre, en la búsqueda de otro más completo que vos que
colme sus expectativas.
Siempre se rieron de mi por tener muchos amigos. Sin embargo,
son pocas las personas a las que considero cercanas a mi vida.
Sigo aprendiendo que cuánto más nos cuidamos del afuera,
cuánto más cerrado es el círculo, (con ciertas exigencias, obvio), más libres
somos, menos sufrimos, menos solos nos sentimos.
Rodearnos de gente que no cree en nosotros, que nos
desconoce ante el primer boicot, que no nos defiende cuando
más la necesitamos no nos sirve de nada.
Yo, por lo pronto, seguiré defendiendo los pleitos perdidos
y peleando contra los molinos de viento, siguiendo mis ideales y defendiendo a los que quiero.
Mientras, Viviendo y aprendiendo.