Por alguna
razón –que seguro tiene algo que ver con lo innato y algo que ver con lo
adquirido- soy una de esas personas que todo lo cuestiona. Es raro, porque en épocas del liceo ODIABA
con todo mi ser la Filosofía, ya que no podía entender aquello del “Pienso
luego existo de Descartes”, o el concepto de “El ser y la Nada” de Kant. Y no perdí tiempo tampoco en aprenderlo o
entenderlo demasiado, seguí con mi vida.
Sin embargo
con el tiempo me doy cuenta que me he convertido en una persona crítica
(Gracias a Dios!!! Lo considero una gran virtud) que no puede ir por la vida
esperando que las cosas sucedan y ya…Yo me cuestiono el por qué de las cosas,
trato de relacionarlas con el entorno que me rodea, con mi historia. Un eterno “autosicoanálisis”.
Freud hablaba
del “Ello” (como una manifestación del inconsciente), el “Yo” (como la
manifestación de la conciencia) y el “SuperYo” (como el conjunto de normas
sociales establecidas que limitan al Ello y condicionan al Yo). Así lo entendí
más o menos cuando lo estudié, debe tener su explicación más profunda, no estoy
googleando para escribir esta nota, ni pienso hacerlo, simplemente, apelo a mis
escasos conocimientos de Filosofía de 5to y un poco de cultura general…
Bueno respecto
a Freud creo que quedó en el camino un “CreoYo” que sería quien realmente
quiero ser, más allá de lo que me diga mi inconsciente y lo que dicte la
sociedad. Un Yo intermedio que evalúe todo, desde lo más alocado del deseo,
hasta lo más estricto de la razón.
Una de mis
mejores amigas usa una palabra que me encanta para referirse a su forma de ser.
Es “principista” (mantiene firmes sus principios). Yo siempre lo llamé a eso “mis
valores”, pero me robo su concepto y me autodefino como ella “principista”.
Hay amigos que
algunas veces me han dicho que debo dejar los principios un poco de lado, o no
ser tan estricta en su aplicación. Por ejemplo, cuando la profesora de 5to de
liceo dio todas las preguntas del examen, yo me negué a recibirlas por “principista”.
Todos salvaron y yo no, en un claro boicot a esa “farsa”. Perdí diciembre,
perdí febrero y salvé en julio, gracias a que la profesora me pasó las
preguntas. Dejé los principios de lado, salvé filosofía y hoy soy bachiller. También
le animé el cumple al hijo de la profe de Matemáticas A, para que me pusiera un
7 y exoneré. Dejé los principios de lado y tan mal no me fue. Estoy escribiendo
una nota que empezó hablando de Descartes, Kant y Freud. ¿O no?
Pero esos
principios no me definieron como persona. No soy mejor o peor persona por
copiar en un examen. Soy más tonta por no saber, o no haber aprovechado la
oportunidad de aprender…eso sí no lo discuto. (Y la verdad no he aplicado en
nada en los últimos 18 años las ecuaciones, por lo que ya no me remuerde tanto
la consciencia lo de la profe de Matemáticas).
Entonces por
ser “principista” (o ahora que saqué los trapitos al sol “semiprincipista” o si
fuera título de una película “Principista por conveniencia”) he ido dándole
forma y explicación a mi vida, según el concepto que mi “SuperYo” le ha
manifestado a mi “Yo”, en su eterna lucha con mi “Ello”.
Ahora…en que
quedó mi “CreoYo”? Cuántos de todos esos principios fueron propios o
adquiridos. Cuánto elegí yo ser como soy y cuánto la vida, el entorno, quienes
me rodean eligieron por mí?
Esa pregunta
quizás la responda al final de esta nota, al menos eso es lo que busco. Y si no…seguiré
buscándole la respuesta…No se olviden de aquello del principio “soy una persona
que todo lo cuestiona”. Quizás al terminar la respuesta es que “no lo tengo que
cuestionar”…Veremos…
Entonces surge
el tema de “la mochila”. Cuando nacemos la mamá lleva un bolso enorme de cosas
que necesita para que estemos bien. Mamaderas, termómetro, causalón/perifar
(por si tiene que intercalar), tres mudas de ropa (nunca falta cuando se mea
hasta la nuca y después se hace caca y se le pasa el pañal), ropa por si hace
calor y por si hace frío, la mantita, el calientamemas, el chupete de la siesta
y el de la noche, el nonito, bla bla bla, podría seguir. Vaya responsabilidad
carga la madre (bueno el padre también, pero no estamos hablando de egos de
nadie más que del mío en esta nota así que a llorar al cuartito).
Entonces el
bebé crece y se hace un niñito, y ya anda con su mochilita a cuestas, y la va
cargando en el jardín con un vasito y una servilleta. Después ya va a la
escuela y comienza a cargarla de libros y cuadernos, útiles, cartucheras bla
bla bla, pero cuando llega al liceo es una cuadernola con una bic metida en el
rulo y nada más. Y ahí empieza el problema.
La mochila
deja de ser mochila de verdad, y aparece la mochila imaginaria.
Llega un
momento en la vida en que el mundo que nos rodea comienza a pedir que se
realicen todas las expectativas que depositaron en nosotros mismos, y es
justamente ahí, al final de la adolescencia. Ese momento justo, en el que te
preguntás para qué corno Descartes pensaba si pensaba primero o después de
existir, o para qué corno usarías las ecuaciones si estabas haciendo 5to
Humanístico…Ahí la abuela comienza a querer ver que la nena se vista prolija
como en su época, la tía pregunta si tiene novio, cuándo va a tener novio, por
qué no tiene novio, la tía abuela comenta que “estás gordita, pero estás linda”,
el abuelo pregunta que vas a estudiar, el vecino comenta que increíble que no
te vaya bien en el liceo si ya sumabas dos más dos con tres años…y así se
empieza a cargar la mochila imaginaria.
Y queremos
tener novio para contestarle a la tía, y nos sentimos culpables del jean rotoso
cada vez que vemos a la abuela, y no tenemos ni puta idea qué vamos a estudiar,
y probablemente tomemos una decisión de mierda al respecto y nos cueste
horrores reconocer que nos equivocamos ante los demás por las malditas “expectativas
ajenas” que fuimos cargando en nuestra mochila.
Pero no
termina ahí. Elegimos una carrera y nos metimos en una lucha libre contra el
tiempo. En Uruguay entrás a Arquitectura y te avisan el primer día que el
promedio de la carreara es de 12 años aunque esté armada para hacerse en 6. 12
años! Te asustan, muchos la hacen en 10, (tranquilos compañeros de facu) y la
mochila es cada vez más grande.
Y empezás a
laburar. Y conozco muy pocas personas que laburan de lo que quieren. Y las personas
que dicen que AMAN lo que hacen, son de las personas más estresadas del
universo, porque se autoexigen constantemente y se cargan y cargan y cargan la
maldita mochila.
Y ya la
mochila ya está que explota cuando llega el momento en que te casás y tenés
hijos (si tuviste la suertisima de poder mostrarles a todos en la cara y refregarles
que Si! Lo lograste! Conseguiste marido/mujer y te vas a casar! Si! Casar! Nada
de concubinato (peso extra a mochila ajena) CA SA MIEN TO señores, con fiesta,
regalos, vestido blanco y toda la pompa. Entonces tirás para afuera algunas
cosas de sobran en la mochila imaginaria. Chau “novio/ParaCuandoElCasamiento”,
pero automáticamente aparece el “ParaCuandoElBebe”, seguido del “ParaCuandoElHermanito”
y seguido de “ParaCuandoElTercero” y si tenés cuatro te dicen “ParaCuandoCerrásLaFábrica”,
si tenés cinco estás loca y si tenés seis olvidate, más que mochila un tráiler necesitás.
Por suerte yo
metí dos por una. Metí esposo e hija en el mismo paquete y reconozco que no me
siento identificada con varias de las cosas que puse, pero sé que muchos de los
que leen sí.
La cosa es que
llega el momento en que en la mochila entra el trabajo, las cuentas que pagar,
colegio privado/escuela pública, las comparaciones detestables con fulanito y
menganita que son Spiderman y la Mujer Maravilla, y querés casa propia, y
querés un autito, y querés un viajecito y querés y querés y querés.
Y un buen día
te empieza a doler la espalda y decís por qué me cuesta tanto avanzar. Y Claro!
La tenés ahí colgadita. No se fue…Ya no la carga tu mamá, con la ropita por si
te mandás una cagada. La cagada te la mandás y la cargás vos. Y tenés que
seguir. O mejor te estancás?
Entonces vuelve
el cuestionamiento a tu vida, o aparece algo muchísimo mejor “el velo”.
“El velo” es
el mejor amigo del Status Quo.
Vos no tenés ni idea en qué momento se hicieron amigos, pero ellos son carne y
uña, culo y calzón. Resulta que en algún momento de tu vida, alguien le dijo al
“velo” que si aparecía, el Status Quo se iba a mantener ahí al firme, y así
fue. Te vendaste los ojos, te pusiste un velo adelante y seguiste cargando tu
mochila cómo pudiste. A veces pagaste con tu cuerpo, a veces pagaste con tu
cabecita. A veces con las dos cosas, pero seguiste y mientras el velo y el Status
Quo fueron amigos, vos seguiste adelante.
Pero un día
llegó un “viento” que te tiro al piso e hizo que tu mochila se esparramara por
todas partes. El velo se voló y el Status Quo dijo What? Que es todo este
quilombo…? Hasta luego…
Y te rodeaste de manos queriendo llenar de nuevo
tu mochila. Pero cuando empezaste a juntar las partes para tratar de guardarlas
dijiste “Qué es esto?”, esto ya no lo quiero más, “Y esto??” Pa’ fuera! Pero no
es tan sencillo. Porque hay cosas que se quedaron aferradas adentro, y los
dedos desde afuera te indican que guardar y que no. Y el Status Quo decide
volver y el velo está ahí que quiere pero no quiere. Entonces empieza otra vez
el cuestionamiento. Esto lo guardo? Mmmmm capaz algún día lo necesito. Y esto?
Ay no, no me sirve pero como me duele soltarlo. Y esto otro? Bueno, está claro
que no lo quiero, pero todos me dicen que lo guarde por las dudas.
Qué haces con
tu mochila? La llenás de nuevo o la dejás con lo que realmente necesitás?
Después de
mucho mucho mucho cargar, después de muchos vientos y caídas, de peleas y reconciliaciones
entre el velo y el status quo, yo elijo no cargar más mochilas.
Hoy elijo que
mis principios sean “Semiprincipios”, que mi vida la rija el “CreoYo” y si al
tío o la vecina les duele y ese problema se les mete en su mochila, tendrán que
esperar su viento y su vuelo del velo para sacarse ese problema (mío) de su
mochila.
Hoy me elijo a
mí por encima de todos y elijo no ser parte de la mochila de nadie,
especialmente de mis hijos.
Dice Calamaro “La
vida es una gran sala de espera, la otra es una caja de madera”. Y no señores,
la vida es un caleidoscopio de cosas distintas, lindas, feas, tristes, buenas.
Todo depende de cómo la enfrentemos, de cómo la vivamos y cuánto queramos
cargar durante el recorrido.
Les deseo una
vida con mochilas livianas, sin velos y regida por sus propios “CreoYo”.
Y les dejo mi
dicho preferido (robado a mi hermano) “Mientras el tímido reflexiona, el
valiente va, triunfa y vuelve”