15 jun 2009

Cuando alguien se va...

El sábado falleció un amigo. No era un amigo cercano, ni de esos que frecuentaba todo el tiempo. No era un amigo íntimo y seguramente si desde el más allá me vio llorar cuando me enteré de su muerte, se debe haber sorprendido.

Lloré por su recuerdo, por su familia, por sus hijas chiquitas.

Lloré porque a pesar de ser consciente de sus defectos, reviví una a una cada una de sus virtudes, su eterno cariño, su generosidad.

Recordé la cantidad de Gin con pomelos que me sirvió en su barcito pintoresco de Paso de los Toros, sus abrazos cada vez que me veia, su tono típico del interior, el amor por sus hijas, por sus padres, por su mujer.

Recordé perfectamente el impacto al enterarme de su enfermedad, en un momento en el que todo el mundo se alejaba o tenia miedo a acercarse, el abrazo que le dí cuando lo vi por primera vez después de la noticia.

Me quedo con su fortaleza, que lo hizo vivir 14 años con esa enfermedad de mierda, apostando al futuro, a su familia, que pese a los riesgos decidió agrandar.

Me quedo con el amor que le dio a sus hijas, a sus padres, a su mujer y a sus amigos.

Hasta luego Polla, estarás por siempre en mi corazón.

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